La botella del náufrago
La botella del náufrago consolida a Antonio Jiménez Barca como una de las voces más sólidas dentro de la nueva generación de escritores españoles dedicados al cultivo del género negro. Con un estilo directo y un vocabulario preciso, el autor construye una historia que aborda uno de los aspectos más oscuros de la realidad social de nuestro país: el tráfico de mujeres. La investigación será llevada a cabo por un ex periodista deportivo, Julián Chacón, quien nunca se había metido en asuntos propios de la policía, pero que, sumido en una depresión desde hace tiempo, considera que no tiene nada que perder si, por una vez en la vida, ayuda a una desconocida a salir de la red de prostitución en la que ha caído.
Como se ha dicho, el protagonista es un ex locutor deportivo que, tras la muerte en accidente de coche de su esposa y su hijo, ha caído en una depresión que ha acabado con su profesión, relegándolo al cargo de asistente en un programa de radio, llamado La botella del náufrago, al que la gente telefonea para explicar sus penas –igual que ocurre, por ejemplo, en el programa ‘Hablar por hablar’ de la Cadena Ser-. Julián Chacón será visitado en su casa por un anciano de su mismo inmueble que, según explica, ha recibido una nota de una vecina recién llegada a la finca. Dicha nota sólo contiene cuatro palabras: ‘Sofía. Help. Viga. Tornillo’. El anciano sospecha que esa jovencita está siendo maltratada por un hombre de aspecto sospechoso que entra y sale del apartamento con asiduidad. Al principio, Julián Chacón no se muestra muy interesado por el tema, ya que no considera que sea un asunto de su incumbencia. Sin embargo, la insistencia del anciano le empujará a comentar las sospechas con un amigo de la infancia, el inspector de policía Antonio Roche, quien le aconseja que no rebusque demasiado en un asunto que tiene toda la pinta de tratarse de un caso de tráfico de mujeres. Roche conseguirá averiguar que la chica está retenida por un tal Gabriel Sanz, alias Tornillo, un delincuente que se gana la vida comprando y vendiendo esclavas sexuales y extorsionando a ancianos para que abandonen los inmuebles donde viven, beneficiando con esta actividad a un empresarios inmobiliario.
Tras descubrir que la nota dejada por la chica contiene un error –donde dice ‘Viga’, debería poner ‘Vigo’-, Chacón decide acudir a esa ciudad resuelto a localizarla y sacarla del burdel donde Tornillo la ha puesto a trabajar. Durante un tiempo se dedicará a recorrer los puticlubs de la ciudad, tomando contacto con prostitutas de diverso pelaje, ganándose algunas palizas por parte de los gorilas que custodian esos lugares y sumiéndose cada vez más en la depresión que arrastra desde hace tres años, la cual le provoca ataques de ansiedad que derivan en episodios de amnesia temporal. Por suerte, conocerá a Pilar Suárez, una activista que trata de ayudar a las prostitutas en situación de esclavitud, y ella le ayudará a encontrar a la rumana que ya han identificado como Sofía.
Por su parte, el proxeneta y extorsionador conocido como Tornillo deambula por Vigo, siempre bajo los efectos de la marihuana, temiendo que un antiguo amigo, a quien delató ante la policía, haya salido de la cárcel resuelto a vengarse. Sin embargo, en vez de reencontrarse con ese individuo, tropezará con Julián Chacón, un hombre al borde del abismo que, no teniendo nada que perder, se enfrentará a él para rescatar a Sofía.
Con este argumento construye Antonio Jiménez Barca una novela negra cuyo personaje principal, en vez de un policía, es un periodista venido a menos. Además, La botella del náufrago aborda otros temas de actualidad social, como la prostitución, la especulación inmobiliaria, la extorsión y, sobre todo, la soledad. Porque, si algo caracteriza a todos los protagonistas de estas novela, a todos sin excepción, es esa soledad que los tiene sumidos en un estado de tristeza permanente.