Los restos de un poeta roto
Este poemario tiene dos caras. La primera es un desgarro, bien uno pequeño con fácil remiendo, como cuando se engancha la camiseta en un clavo, o bien uno grave, una herida incómoda, dolorosa. La segunda es un baile. Quizá al ritmo de alguna melodía muy suave, como una nana. O una danza apoyada en el pecho de un ser querido. Los poemas de estas páginas se han cocido a fuego lento. Nacen despacio, aun-que explosivos. Sensatos y, a la vez, carentes de sentido.